miércoles, 19 de noviembre de 2008

Del monosílabo parte, génesis dulzura y porvenir



Destruyo las gavetas del cerebro y las de la organización social:
desmoralizar por todas partes y echar la mano del cielo al
infierno, los ojos del infierno al cielo, restablecer la rueda
fecunda de un circo universal en las potencias reales y en la
fantasía de cada individuo.

Tristán Tzara, Manifiesto Dadaísta.


1
El ambiente huele a sexo.
La pluma es el falo de la creación
y una vez consumada la erupción e inaugurado
nuestro pequeño Edén hermético,
sílaba Ah, sílaba Ve y sílaba Sé
van calentando las respectivas once letras
de su libertinaje
frotándose las manos
antes del coito colectivo.

2
Y comenzó el árbol genealógico
a enterrarse a sí solito:

Sé ah ve
Ve eh só ah yá
Sé la cué va
La ah berintó un sin pa só
Sí la bá ¡sé ah ve!


Y esos son tan solo unos ejemplos de la familia.
Nietos heterogéneos, descoyuntados o torcidos;
abuelas de ojos dulcemente azules,
hijos del mismo acento que la madre
y padres quizá más hijos que el abuelo.

El paisaje el árbol genealógico genial
y lógico.

Y así fue.


3
Preñada la palabra (Ah) bre las piernas
y expulsa letras en propulsión a chorro.
Ya no se distingue cuál es cuál,
se reproducen como liebres
en este pastizal amarillento
(arriba el sol, lánguido foco
que cae de rodillas, charco de luz
que se derrama
aquí).

Sólo diviso en la llanura
esta discordia
esta neurosis
esta locura
de palabras que nacen mueren y se ahorcan
se agarran del pescuezo montan y copulan
se multiplican
insaciablemente
camadas de palabras
perrunas y felinas.

Eso sí. Para callar la palabra hay dos opciones:
cerrar de nuevo la página y caminar con la orgía circense
en pleno espectáculo dentro del cráneo
o correr el riesgo de resultar mordido y arañado
por yotúelnosotrosustedesellos
y ellas, porque el verbo
se hace carne
y salta sobre su creador.